viernes, 26 de junio de 2009

FRANCISCO IGARTUA - INCOMODANDO AL PODER - EL CHITO RIOS


Reproducimos el fragmento de un testimonio escrito por Ricardo Uceda en su libro “Muerte en el Pentagonito”, referente a la intervención de la revista Oiga en la identificación de los miembros apristas del grupo paramilitar Rodrigo Franco:
“Sin embargo, el 7 de agosto de 1989 ocurrió el hecho imprevisto: “El Chito” fue fotografiado por la revista Oiga en un bar de Lince feliz entre varias botellas de cerveza. Afuera lo esperaba el auto a su servicio, un Toyota Crecida AG-8211, que resultó ser un vehículo de la Policía. La difusión de las fotos causó un escándalo y puso en un verdadero aprieto al Ministerio del Interior. Aún así este golpe sería insignificante comparado con el hecho imprevisto

Luque llamó a Ríos de urgencia. Pálido como nunca antes, le mostró unos papeles impresos que, según dijo, correspondían a un extenso informe que la revista Oiga estaba imprimiendo. Luque –Ríos no sabía como- se enteraba de lo que publicaban Oiga y Caretas antes de que las revistas circularan. El artículo que le pidió leer se titulaba: “Confesión de un desertor del Comando Rodrigo Franco”. Narraba con lujo de detalles la organización que funcionaba en la casa de la avenida Dos de Mayo: quién era quién, como operaban, que ilicitudes cometieron…”

domingo, 21 de junio de 2009

DIARIO EL COMERCIO - LIMA PERU


El sábado 4 de mayo de 1839 aparece la primera edición del diario El Comercio, y con ella el inicio de una nueva era en el periodismo peruano.

sábado, 20 de junio de 2009

DON LUIS MIRO QUESADA - 90 AÑOS EN 90 MINUTOS - Oiga 4/11/1970






Oiga – Portada y Págs. 14, 15, 16, 17

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OIGA SEMANARIO DE ACTUALIDADES
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NUMERO 402



AÑO VII



4 DE DICIEMBRE DE 1970
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90 AÑOS



QUE SON NOTICIA

SOY AMIGO hasta donde llegan los límites de mi país…


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DON LUIS MIRO QUESADA



90 AÑOS EN 90 MINUTOS

MAÑANA sábado cumple 90 años don Luis Miró Quesada, patricio ejemplar a quien el Perú le debe mucho y periodista de garra, hombre de combate y de pasión, al que –seguramente por estas razones– nos sentimos cariñosamente ligados. Como homenaje de OIGA a su figura patriarcal, van a continuación unos ágiles apuntes de Manuel Jesús Orbegozo. En ellos está retratado el temple, la firme y sobria personalidad de don Luis, un hombre con auténtico valor –que es el moral–, de exquisito trato y terco cariño al Perú y a los suyos, Un hombre joven a sus noventa años.

0 minutos: “Yo sabía que nos iban a atacar y por lo tanto hice la advertencia: Hay que comprar armas, re­vólveres, tenemos que armarnos. Mi padre no quería exponernos y mi her­mano Antonio era enemigo de la vio­lencia, en esos días había perdido un hijo y estaba anonadado. Oscar y Mi­guel estaban de acuerdo conmigo.

2 minutos: “Aquí tiene usted el té, el azúcar, sírvase. Verá Ud., esto es lo único que me queda de sajón”. Cla­ro, sabemos además, que todo el res­to lo tiene de criollo, aunque una vez, cuando le sirvieron un vaso de vino, usted había dicho: “Ustedes saben de mi profundo nacionalismo, pero en materia de vinos –de los que suelo beber un sorbo de tarde en tarde–, bueno, no soy muy nacionalista que digamos”.

7 minutos: Hay que recordar que era setiembre (1919), y en el cielo bri­llaba la constelación de Virgo. Los gendarmes habían dado otro golpe y la ciudad (acaso 100 mil habitantes) se había conmocionado un poco. La Ley Seca entraba en vigencia en los Estados Unidos bajo los auspicios de “La cosa nostra” y en el cine Alham­bra, Olga Petrov hacia su debut, con orquesta. Don José Pardo se cubre con un paletó, se pone sus guantes de previl, toma su sombrero de paño negro y se da preso. Entre ga­llos y medianoche se lo llevan al Pa­nóptico (todavía no se había inventa­rio El Frontón) y Leguía inicia así el oncenio.

12 minutos: “En el seno de mi fa­milia yo insistía en armarnos, esgri­miendo dos argumentos: A) de orden moral y B) de orden práctico. A, por­que eso significa defender nuestra ca­sa, nuestra propiedad, el periódico; y B, porque a ningún gobierno nuevo le conviene un conflicto de esta natura­leza, en pleno centro de la ciudad”.

17 minutos: El coronel Samuel del Alcázar que había hecho la campaña de la Breña con el general Andrés Avelino Cáceres, se decide a atacar Palacio de Gobierno. Cuando llega, Cáceres le sale al frente: “¿Qué va a hacer Ud., coronel?” le dice. El coro­nel le contesta: “Simplemente voy a hacer lo que Ud. nos ha enseñado, mi general”. Cáceres le replica “¿qué?...” “Bueno –le contesta del Alcázar–, no entiendo bien lo que me dice Ud., mi general”; toma su espada y la quiebra en dos en su rodilla. Se da media vuelta y pasa a formar la le­gión de los tercos y frustrados defen­sores de la Ley.

Enérgico poder de decisión

21 minutos: “El 10 de setiembre, una turba ataca las oficinas de “La Pren­sa”. Las incendia, las apedrea. Enton­ces, nosotros nos ponemos sobre avi­so. A las 7 de la noche estamos en la dirección del periódico, cuando en eso suena el teléfono. Descuelgo el fono y oigo la voz de mi cuñado Alejandro Garland que me llama desde “El Palais Concert”, “Aló, Luis, una poblada va a atacar El Comercio”. No había tiempo que perder: Tú allí, Lizandro; Oscar, Miguel, ustedes allá; Juan, Tomás, rápido, a sus emplazamientos, us­tedes también Pedraza, Vega, éramos 17 en total.

26 minutos: “Afuera se oía ulular a la multitud. Gritan desaforadamente, abajo El Comercio, mueran los miro­quesadas. Teníamos un punto débil: La puerta de administración, que ce­dió ante el empuje. Antes de que la turba entrara al hall principal le gri­to al conserje para que eche llave a la puerta, veo que le tiemblan las ma­nos, corro, le quito las llaves y tran­co. Después comprobaríamos que el conserje era un traidor. Desconecté la llave principal de la luz y corrí a parapetarme detrás de cuatro bobinas. Todo había quedado bajo la penum­bra y sólo se veía los fogonazos de los disparos. Comprendimos que nos estábamos jugando la vida y contes­tamos el fuego. Cae un atacante en el hall y la turba frena su embestida. La grita era ensordecedora, Una ba­la atraviesa el sombrero de Miguel. Vemos que cae otro, otros; pero el fuego no cede, hasta que poco a poco se va apagando, crepitando como una gran hoguera. Había trascurrido más de 30 minutos. Nos habíamos sal­vado y habíamos salvado El Comer­cio.

30 minutos: Un sorbo de té, otro sor­bo, y otro.

31 minutos: El doctor Oscar Miró Quesada me había dicho una vez: Ad­miro, en mi hermano Luis, la armo­nía que guarda entre la rectitud y el sentimiento. También, su nacionalis­mo total, sin xenofobia, y su gran amor por la justicia social. Pero entre otras cosas, su enérgico poder de decisión. Una vez, Glicerio Tassara iba a lanzar otra edición de “Idea Li­bre” contra mi padre. Estábamos en un rincón de la universidad cuando Luis dijo: “Vamos a impedir que sal­ga ese ataque”. Recuerdo que con no­sotros estaban Pazos Varela y Carlos Zavala. Fuimos a “Idea Libre”. No bien entradmos en la dirección, Tassara sa­có su revólver y me apuntó. Luis sal­tó sobre él, pero ya Tassara había dis­parado. Lo rodeamos para desarmar­lo, mientras Pazos Varela estaba ago­nizando ahí mismo. El tiro le había caído en el corazón. Cosas del destino, pero Luis ha sido así siempre”.



38 minutos: “Me han dado fama de ser un hombre duro, pero no lo soy. Yo trato de llevarme bien con todo el mundo. Lo que pasa es que confun­den energía de carácter con dureza. Antes de decidirme yo pienso dema­siado y sólo cuando estoy seguro de que tengo razón, ya no doy marcha atrás”.

¿Es eso karate, profesor?...

40 minutos: Había que establecer re­laciones entre su cuerpo y su alma. Preguntar si su espíritu es inversa­mente proporcional a su estatura. Cuando joven, no hubo deporte que dejara de practicar. Ciclismo, atletis­mo, fútbol, cricket, remo y tal vez ka­rate. Había que imaginarlo escuchando al profesor japonés, las enseñanzas de la doctrina Zen: “El karate no es pa­ra usarlo en nuestro propio beneficio sino en defensa de un ideal de justi­cia. Hay que ser prudente (como él) hasta donde sea posible para evitar todo motivo de fricción. Eso nos lle­va a la necesidad de mantener una norma de modestia y corrección (co­mo él) en todas las situaciones de la vida, aún en el hablar, en el comer, en el obrar. / ¿Es eso karate, profesor? /. Sí, eso, pero además, es esperar a que el adversario reflexione y desista y só­lo en última instancia que salga el ar­ma de que disponemos como cortan­do el aire”.

45 minutos: Su rostro, a veces me parece borgiano o ¿será solamente pa­ra asociarle esta frase?: Mi cuerpo pue­de sentir miedo, pero yo no. (Borges).

46 minutos: Luis Miró Quesada de la Guerra, nacido cuando la patria atra­vesaba los momentos más luctuosos de su historia (1880), ingresó a trabajar en el diario que hasta hoy dirige, en 1903. “Ese año me pusieron en pla­nilla, pero no recuerdo cuál fue mi salario. Creo sí, que fue demasiado poco”. Eran, en realidad, las viejos tiempos de la zarzaparrilla de Bristol, del agua de Melisa y el Cordial Cere­bral (remplazado ahora por el gero­vital) y se publicaban avisos que de­cían: “Vendo 2 bueyes y dos vacas le­cheras, ofertas en domicilio”; se es­cribía tejido con g y las noticias po­liciales aparecían así: “Al subir el Puente de Piedra que está en declive, sucedió que los caballos resbalaron cayendo por el lado izquierdo, rom­piéndose los ganchos a que estaban sujetos los caballos, el carro retroce­dió y dos personas que iban allí se tuvieron que arrojar llenas de temor”. Ahora, un solo titular causa veinte veces más miedo: “Jet se estrella, mue­ren 110”.



56 minutos: Eran otros tiempos, y aunque no había Gladys que aparecieran eróticamente, ya la publicidad te­nía sus trucos: Arriba, la cara amarga de un fumador que se queja: ¡Demo­nios, qué cigarro tan malo! Abajo: la misma cara del fumador, pero son­riendo: ¡No os veriais en esos apuros si fumarais cigarrillos El Figaro!, por ejemplo.

Aversión a los reportajes

58 minutos: Cuando me advirtió que ya habíamos conversado algo, me pe­só no haber llevado lápiz para tomar alguna nota. "No se preocupe (me di­jo él), porque yo no le he concedido una entrevista. Hemos conversado pa­ra que Ud. haga una semblanza, si al­go tuviera que escribir sobre mí”, agre­gó. (Después su hija Elvira, insepara­ble compañera de sus viajes a través del tiempo y de los mares, confirma­ría la aversión del ilustre hombre de prensa, a los reportajes. “¿Para qué –contesta él – si tengo un periódico donde puedo verter mis opiniones?”

61 minutos: Los perros me recibie­ron con ladridos en su residencia, y uno de ellos casi se pasó de leal. A propósito, para el doctor Miró Quesada, nada hay más valorativo en el hombre que la lealtad y la amistad, pero con una advertencia: ‘Soy amigo hasta donde llegan los límites de mi país. Porque entre los intereses de la patria y los de la amistad, a la amis­tad hay que dejarla de lado”.

66 minutos: En un sofá muy muelle, en su residencia de Javier Prado, de­lante de unas breves estatuas de már­mol, el hombre hace recuerdos infini­tos. Su vida llena de anécdotas co­mienza cuando a los pocos días de na­cido, ante la invasión de los chilenos, tiene que ser llevado a Ancón en una caja de vino. Después todo es un ir y venir incesante. De clorificar el agua que bebe Lima, puede pasar o pasa con facilidad a una legación en Suiza; de asfaltar el jirón de La Unión va a re­presentar al país en La Liga de las Na­ciones. Es alcalde de la ciudad con la misma maestría con que desarrolla su cátedra en San Marcos. Escribe un editorial, dos, cien contra la IPC igual como funda el primer refectorio es­colar en el país. “Según una encues­ta que mandé hacer, los niños pobres se desmayaban en la primera hora de clase. Resulta que no comían la no­che anterior ni tomaban desayuno en la mañana siguiente”. Entonces fun­da ese refectorio, propone escuelas al aire libre al estilo de Charlottembur­go y pide como allá, para los niños, doble ración de alimento, doble ra­ción de aire puro y media ración de trabajo.

¿Recuerdos imborrables? Los dolorosos.

70 minutos: No se puede dar la vuel­ta al mundo de una vida de 90 años en 90 minutos, pero resulta hermoso intentarlo aunque sea para titu­lar. Pero, digamos, doctor Luis, ¿po­dría señalar algunos de sus recuerdos imborrables?. “Los imborrables siem­pre resultan ser los más dolorosos. El placer es siempre pasajero, el dolor es permanente y a veces, hasta eterno”. Entonces, quiso recordar a su espo­sa. “Elvira –dijo– fue una mujer sin la cual yo no habría llegado a ser al­go en la vida. Ella me daba aliento para toda empresa, Leguía me man­dó decir una vez que me daba 15 días para arreglar mis papeles. Yo le man­dé decir, primero que averiguara dón­de estaba escondido; segundo, que me hiciera detener; y, tercero, que me de­portara. En esos días, había una re­cepción oficial en una embajada. Yo le dije a Elvira, vamos a la recepción. Fuimos y mi presencia causó revuelo singular. Lo recuerdo, perfectamente, todo ahora.



75 minutos: Luis Miró Quesada (Una orquídea y una lágrima, todos los sá­bados en la tumba de su esposa) ha callado y en sus ojos hay un brillo que podría afirmar, es una lágrima.

78 minutos: Ahora es lunes y esta­mos bajo el signo de escorpio. Ya regresó el hombre de la Luna y Viet­nam todavía está crucificado, pero en un tiempo atrás, el presidente Prado lo hizo llamar con urgencia. Estados Unidos se había dirigido al Perú pre sionándolo para que retirara sus tro­pas de la Provincia de El Oro. La comisión consultiva había aceptado por unanimidad que las tropas se retira­ran.
—Tenemos que hacerlo— le dijo el presidente.
—No puede ser — contestó Miró Quesada— la provincia de El Oro es la prenda que tiene el Perú para po­der arreglar definitivamente sus dife­rendos con el Ecuador. Las tropas no deben retirarse.
—Es que no nos queda otro camino.
—Entonces, yo escribiré en contra —dijo Miró Quesada.

Hubo más diálogos, otro miembro de la comisión dijo que podríamos ser objeto de humillación. Miró Quesada respondió que humillación sería ceder ante las presiones diplomáticas. “Tal vez podríamos ceder ante el desem­barco de tropas norteamericanas en Tumbes”, replicó, y se dio media vuel­ta. Pero la historia ha dado su ver­sión eterna: El Perú no retiró sus tropas.

85 minutos: “No deseo enturbiar con esos recuerdos esta fecha, pero el gran error del Apra fue matar a mi her­mano, cuando yo era quien escribía los editoriales. Haya tenía conocimiento de que iba a cometerse ese cri­men y si no lo supo directamente, cuando menos lo sabía en alguna for­ma. Pero, dejemos esas cosas para otra vez”, porque las sombras han caí­do sobre los altos árboles y los días. ¡Ya es hora de ir al diario, a ver qué pasa!

89 minutos: Doctor, ¿por qué no es­cribe Ud. sus memorias'?
—Las memorias sólo deben escribir­las los grandes hombres.

90 minutos: Mañana que cumple 90 años, ¿qué editorial escribirá el Dr. Miró Quesada, en su propio corazón?

LUIS MIRÓ QUESADA DE LA GUERRA

Luis Miró Quesada de la Guerra

Continuando siempre nuestra patriótica labor por el acercamiento espiritual de nuestra querida patria España, con estas Repúblicas iberoamericanas hasta conseguir algún día una gran federación hispana en que reunidas nuestras fuerzas y nuestras inteligencias, pudiéramos hacer brotar una nueva ciencia, una nueva literatura y la fuerza suficiente para defender nuestros intereses comunes, hoy tenemos el honor de presentar a los lectores de El Diario Español de Buenos Aires, una de las figuras representativas de más valer en la vida pública del Perú, al egregio ciudadano doctor Luis Miró Quesada.

En estos tiempos de exagerado individualismo, de movimientos y de ruido, los obreros del pensamiento, como lo es nuestro biografiado

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su valor representativo y su talento son nulos ante la opinión, y, mientras dura el drama tienen que retirarse detrás de bastidores, dejando el escenario a los de las vueltas coloradas y a los hombres de sable.

Pero cuando el orden se restablece y se extingue el ruido de los sables y se da a estos su recompensa en grados u ovaciones; entonces el obrero del pensamiento, por medio del periodismo, y en la imprenta en ese gigante que habla todas las lenguas, que combate por todos los intereses; vuelve a dejar oír su voz imponente y majestuosa y continúa esa lucha emprendida por la imprenta, hace cuatro siglos en favor de la libertad y del progreso. Gracias a la imprenta, el pensamiento democrático ha tomado poderosa expansión, y la fuerza, único derecho de las sociedades antiguas, ha sucumbido ante la razón, que es el Evangelio de los pueblos modernos.

Nuestro biografiado el doctor Luis Miró Quesada, es uno de los obreros del pensamiento que más se han distinguido y se distinguen entre las figuras representativas del Perú. Este distinguido ciudadano recibió su instrucción elemental en Inglaterra; y después de hacer en Lima su instrucción secundaria, ingresó a la Universidad siendo, en ella notabilísimo alumno primero y eminente profesor después. En efecto, egresado de la Universidad en 1905, fue elegido catedrático de Pedagogía en la Facultad de Letras donde hoy es subdecano y su representante en el Concejo de la Facultad, alto cuerpo que tiene a su cargo la dirección Universitaria.

Dicta el curso de Pedagogía desde 1908; y ha publicado muchas de sus interesantes lecciones en forma de artículos en la Revista Universitaria. Hoy mismo tiene en preparación su obra completa sobre pedagogía. Su reputación de profesor, de hombre de ciencia y de hombre de estudio ha determinado insistentes requerimientos del ambiente público para que dicte alguna cátedra de Derecho Político o de Ciencia Económica, mas Miró Quesada ha persistido en la actitud de concretarse a su enseñanza de Pedagogía, sin interrumpir sus lecciones, salvo cuando fue al Primer Congreso Panamericano de Delegado del Perú y al Congreso de Educación de Búfalo.

El ejercicio de su cátedra no le ha impedido, sino precisamente le ha facilitado el gran éxito de sus labores de periodista en El Comercio, periódico del cual es uno de los propietarios y del que actualmente es director por la ausencia de su hermano el distinguido hombre público Antonio Miró Quesada del que nos ocupamos en esta «Galería de honor», el 9 de setiembre último, y de Óscar Miró Quesada del que también nos hemos ocupado en esta misma «Galería de honor» el 5 de julio último en la que consta que esta idea nos la sugirió el notabilísimo discurso hispanófilo que pronunciara este último en el banquete que se diera en el Casino Español el 17 de mayo pasado con esta capital en celebración del aniversario del natalicio de nuestro Augusto Monarca el Rey don Alfonso XIII.

Conjuntamente con las actividades de profesor y de periodista, nuestro biografiado ha sido diputado a Congreso desde 1907 a 1912, exhibiendo entonces sobresalientes aptitudes de orador y de estadista;

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dedicando también su acción a la defensa de las libertades públicas y de las clases obreras. Es evidentemente Luis Miró Quesada un político de sentido democrático, pudiéndose decir que está en la izquierda del Partido Civil, histórico partido constituido en su derecha por elementos aristocráticos, reacios aun a comprender que si los partidos políticos renuncian a renovar sus métodos y sus anhelos, renuncian a la vida y a la razón de vivir.

Esa misma tendencia democrática llevó a Luis Miró Quesada a ejercer las funciones de Alcalde Municipal de Lima; a iniciar la obra de los refectorios escolares, a mejorar las condiciones de la Escuela Popular y a mejorar las condiciones del servicio municipal del agua. Pero Luis Miró Quesada puso mirada más alta y más fecunda aun: quiso sanear Lima contratando un empréstito. Todo estuvo listo para este fin, pero en la Cámara de Diputados, un grupo de diputados civilistas coligado con los diversos grupos anticivilistas, cerraron el paso a la bella iniciativa de Luis Miró Quesada. Entonces perdió Lima la oportunidad de tener buenos pavimentos, entonces espectó el país la coalición heteróclita de civilistas y anticivilistas en contra de Luis Miró Quesada, miembro eminente de ese partido; y entonces pudo verse que en medio de la descomposición de la mayoría civilista del Parlamento, flotaba la falta de instinto de un partido para conservar su cohesión única manera de conservar «el Poder para bien público».

He aquí diseñada a grandes rasgos la importante personalidad de este distinguido peruano verdadero hispanoamericano, pues desciende en línea recta de aquellos esforzados y valerosos conquistadores que llegaron a la América a mediados del siglo XVIII.

El fundador en la América de la familia Miró Quesada fue el señor Francisco G. Miró que vino al istmo de Panamá a mediados del siglo XVIII, como oficial del ejército español, el que fue casado con la señora Ana Meyner, y murió en Panamá en la clase de General de Brigada del Ejército del Rey. Un nieto suyo llamado Tomás, se casó en 1831 con la señora Josefa de Quesada hija de don Miguel de Quesada, también español natural de Granada en Andalucía, y de doña Catalina Velarde, panameña, hija de un general español. De este matrimonio nació don José Antonio Miró Quesada, padre de la pléyade de intelectuales y distinguidos peruanos: don Antonio, don Óscar y nuestro biografiado don Luis que con su talento, probidad y clara inteligencia han dado honra y gloria a esta patria, y a cualquiera nación del mundo que hubieran tenido la suerte de tenerlos en su seno.

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Local central del diario El Comercio - Lima Peru



"Tampoco se podría, sin embargo, no tomar en cuenta para entender esa relación el hecho mismo del asilo. Se trataba de algo que, por un lado, debía enorgullecer a El Comercio y que, por otro, había impedido que Francisco fuera a caer de nuevo en el insoportable asador panameño. Por primera vez en la historia del periodismo, el edificio de un diario, igual que las catedrales de la Edad Media, había servido de asilo a un perseguido...". Francisco Igartua Rovira - "Siempre un extraño"

Caretas ILUSTRACION PERUANA - 1-15 Diciembre de 1952 - Precio: Tres Soles

Caretas QUINCENARIO DE ACTUALIDADES GRAFICAS - SOBRE LA MISMA RUTA - Doris Gibson - Año III - 1-15 de diciembre de 1952 - Nº 33

martes, 16 de junio de 2009

SEBATIAN SALAZAR BONDY - Oiga 8/07/1966


Oiga – Portada y Págs. 20 y 21
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SEBASTIAN SALAZAR BONDY

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EN LA CULTURA

El día 4 de julio –primer aniversario de la desaparición de nuestro inolvidable colaborador Sebastián Salazar Bondy– se efectuó una romería a su tumba del cementerio El Ángel. Numeroso público acudió a ese acto de homenaje y recordación, que testimonia la huella honda que a su breve paso por esta vida dejó el autor de tantas obras en vías de convertirse en clásicas de nuestras letras. Familia­res, periodistas, escritores, amigos y admiradores de Sebastián for­maron el compacto grupo que visitó su última morada.

El mismo día, a las 7 de la noche, en nuestras oficinas de redac­ción se descubrieron dos magníficas ampliaciones –una de Sebas­tián Salazar Bondy y otra de Juan Sardá–, las cuales presidirán los afanes cotidianos, las alegrías y tristezas, las inquietudes y nerviosas búsquedas que a todos los miembros de esta casa –gran familia cívica– nos cuesta la semanal y puntual aparición de OIGA.

Familiares de Sebastián Salazar Bondy y de don Juan Sardá es­tuvieron presentes, y a la esposa y al hijo de los extintos –respec­tivamente– correspondió el descubrir las fotografías que perpetúan y mantienen vivo el recuerdo de nuestros dos grandes desaparecidos.

Palabras de nuestro director y de José Alvarado Sánchez –finí­simo poeta y diplomático sin tacha– precedieron la realización del emotivo y simbólico acto.

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DIOS Y SEBASTIÁN
por H. GRIFFITHS ESCARDO


LO casé con Irma y bauticé a Ximena. Es­tos fueron los contactos oficiales a través de la Iglesia con Sebastián. Nuestros contactos humanos fueron numerosos y re­lativamente frecuentes. Nunca en ellos logré encontrar el hondo ateísmo que muchos le atribuyeron a Sebastián. Nunca incluso en nuestras conversaciones tuvo alguna frase desagradable y dura contra las cosas en que yo creo fuertemente. Eso era indigno de él. Estaba hecho siempre de un profundo respe­to por la dignidad de los demás y cultivaba fervorosamente el amor a la libertad de los otros. Mucho conversamos con Sebastián de cosas, personas e instituciones. Coincidimos frecuentemente en las críticas, incluso de he­chos y personas adjetivas de la Iglesia, pero siempre se mantuvo afectuosamente asoma­do a lo esencial. Recuerdo su interés y su afán –los afanes de Sebastián– de tener en la cabecera de su cama al “Taitacha”, Señor de los Temblores cuzqueño. Y lo consiguió.

En su vida, y en su actuación, Sebastián fue, para mí, profundamente cristiano –en que el cristianismo tiene y posee de culto a la verdad y de vivir en lo auténtico. Su sensibilidad por los demás, unida a un cari­ño fraternal por ayudar, lo muestra íntegra­mente identificado con los valores esenciales de la doctrina de Cristo.

Sebastián combatió siempre –y se le lla­mó amargado–, la hipocresía, la falta de línea, la venta a intereses y situaciones. No dudó –y lo realizó plenamente– en expo­nerse, incluso, al hambre antes de prostituir su verdad y sus convicciones. Muchas veces podíamos y debíamos estar en desacuerdo con él. Pero todo quedaba mitigado por su desprendimiento, por su entrega a sus ideas, y porque en medio del cambio de opiniones estaba su exacto sentido humano, su auscul­tar la sensibilidad ajena y su comprensión sonriente y cálida.

Días antes de morir, me entregó su foto­grafía con esta dedicatoria, que me sirve co­mo lema y estímulo en mi mesa de trabajo: “A Harold que sirve a Dios porque sirve al Hombre”, Dios y Hombre con mayúscula.

¿Se puede entonces presumir de los ateis­mos o las amarguras de Sebastián?

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SEBASTIÁN RECHAZO EL PACTO
por FRANCISCO MONCLOA


SEBASTIAN era implacable. Y tenía razón. Muchas veces nos deteníamos en las ca­lles limeñas y me mostraba conmovido el cuadro de un mendigo habituado a su mise­ria en medio de la despreocupación egoísta de las gentes que transitaban a su lado. Casi gritaba: “ni siquiera ven el horror que ellos mismos producen”. Y extendía los brazos pa­ra acusar a todos.

Otra noche, ante la pregunta con que lo emplazó un antropólogo extranjero, recono­ció: -sí, los intelectuales vivimos en un me­dio burgués. Y esa es nuestra contradicción. Yo trato de resolverla afirmando mi posición en cada instante, para que la burguesía que nos acosa con sus halagos y amenazas y mi propia necesidad de subsistencia, sepan que no me doblegaré. Cada afirmación mía es respondida por una agresión, por un ase­dio que reclama la capitulación. Al final quedaré al margen.

Sí, Sebastián rechazó el pacto impuesto. Aquel pacto que permite sobrevivir a otro a cambio de su silencio o complicidad. An­tes de cumplir sus 30 años había sido un es­critor exilado, como califica Vargas Llosa a aquellos que encuentran en la fuga, intelec­tual o física, la salida frente al reto de su realidad. Pero justamente a la edad en que los hombres del Perú comienzan a doblegar­se ante la presión del medio corruptor que sitia blanda pero insistentemente la esperan­za y la angustia de los rebeldes, Sebastián comprendió al Perú, se incorporó a él, se identificó con él, tomó partido. Dejó de ser el escritor exquisito para enclavar sus lar­gas piernas en medio de la plaza céntrica y acusar a los bárbaros, a los tímidos, a los egoístas, a los que se inclinan y detienen en la batalla, a los que perdonan a los amos para ser perdonados por los amos.

Se unía a las columnas que emergían en la lucha, pero seguía su camino cuando sus momentáneos compañeros titubeaban y mi­raban hacia atrás. Y en cada oportunidad, como si la frustración de los otros reclama­se de él una actitud más tajante, Sebastián radicalizaba su mensaje. La única forma de mantenerse enhiesto en medio de la tibieza.

Sebastián quería creer en los hombres que cantaban la esperanza. Lo necesita porque el Perú necesita de la esperanza. Y por creerlo, erré alguna vez: el canto que entonaban esos hombres no era auténtico. Entonces levantó el arma y golpeó violentamente.

Amó a Cuba e hizo suya su epopeya, no sólo porque amaba a la Revolución Cubana, sino porque sabía que era la antítesis del acomodo limeño. Cuba comprometía y Se­bastián no admitía la componenda. Cuando semanas antes de su muerte hubo quien lo convocó a colaborar con una institución dis­frazada de liberal y progresista, Sebastián le respondió: “publíquenme un libro. Se llama­rá “Por qué creo en la Revolución Cubana”. Era demasiada condición para el invitante. Había sido medido con la regla de Sebas­tián con aquella medida que rechazaba los matices encubridores de debilidades y opor­tunismos.

Llegó al socialismo por amor a la solida­ridad humana. Llegó por amor al hombre y por ocio a la injusticia, llegó con la alegre decisión de otear mundos mejores. Y des­pués de creer, hurgó en las páginas el sus­tento intelectual.

Nunca admitió el sectarismo. Recuerdo su indignación cuando alguien le acusó de par­ticipar en un encuentro internacional de es­critores en el que también se habían senta­do representantes de los Estados Unidos. “No permito a la policía que indague sobre mis decisiones. Tampoco se lo permitiré a uste­des”. Sebastián era muy superior a la con­signa. Y de su actitud no había derecho a dudar.

Sí, Sebastián rechazó el pacto. A él no lo derrotaron ni lo ablandaron. De él no logra­ron hacer un silencioso. Y tal vez cuando la muerte lo arrancó del combate, sus enemi­gos, los claros y los emboscados, los que crean la miseria y la injusticia y aquellos otros que criticándola se adhieren o tratan de justificar su conformismo y debilidad con razones tácticas, los que sonríen y abren los brazos para atraer a los que denuncian y aquellos que no resisten la tentación del abrazo que silencia, todos, uno; otros, tal vez sintieron un alivio. Pudieron, entonces acogerlo en la fama.

Pero por sobre su prestigio de escritor y poeta, Sebastián es un símbolo. Un símbolo de la intransigencia contra la blandura y el temor, de la valentía contra la cobardía, del sacrificio contra el cómodo allanamiento de la palabra entera frente a la media palabra, de la protesta frente al silencio cómplice. Y su actitud es la mejor de sus obras.

NOTAS Y COMENTARIOS - Sebastián, la cultura - Juan Gargurevich Regal - Universidad Nacional Mayor de San Marcos





NOTA Y COMENTARIOS
Sebastián, la lectura
JUAN GARGUREVICH REGAL
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
jgargure@pucp.edu.pe


Los dramaturgos dicen que siempre fue suyo; los periodistas insisten que nunca salió de la redacción; los poetas no dudan en colocarlo en sus filas; los críticos de arte lo pretenden; los políticos de izquierda alegan que fue, por sobre todo, hombre de filiación y de fe, socialista ardoroso: los sociólogos aseguran que nadie describió antes tan bien a Lima y lo limeño. Y él mismo decía que hubiera preferido ser actor.

Todos reclamas a Sebastián Salazar Bondy y tienen razón. Lástima que siguió el destino de los igualmente precoces Mariátegui, Valdelomar y murió en 1965 a los escasos 41 años, convertido ya en el más importante periodista y animador cultural que hemos tenidos.

La noticia de su muerte sacudió a Lima y su entierro fue multitudinario. Las notas periodísticas, lamentando su desaparición, se sucedieron en diarios y revistas hasta sobrepasar el centenar. Todos se sintieron obligados a decir algo.

José María Arguedas era el director de la Casa de la Cultura en esa época y no halló mejor manera de rendirle homenaje que llevar sus restos a su local institucional, en la plazuela San francisco, una antigua casa colonial restaurada en evocación de los tiempos coloniales que precisamente el ilustre fallecido detestaba. Por eso su principal biógrafo, Hirschhorn, se quejaría de la decisión: “….Qué lugar menos apropiado

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para el hombre que fustigó el mito de la Arcadia colonial! ¡Qué mentira para el hombre que simbolizaba la integridad cultural del Perú…”.

Delante de su féretro hablaron Alberto Ruiz Eldredge, por el Social Progresismo: Abelardo Oquendo y José Miguel Oviedo, por sus amigos; Alberto Tauro del Pino, por la Biblioteca; Estuardo Núñez, por San Marcos. Y por la Sociedad de Escritores, de la que Sebastián era vicepresidente, habló Washington Delgado, quien lo describió así:

Todos los géneros pasaron por su pluma inagotable: la comedia, la tragedia, la farsa, el ensayo. La crítica literaria, el cuento, la novela, la fábula, la poesía rimada, el verso libre, la prosa poética. No sólo escribió para la escena o para el libro, se prodigó también la revista y el periódico, y tuvo tiempo, todavía e inexplicablemente, para dictar conferencias y asistir a congresos y encuentros de escritores donde siempre brilló su ingenio, la belleza de sus palabras y la hondura de sus ideas…
(...)

Vivimos en edades oscuras, ha dicho gráficamente, exactamente Bertold Brecha. Y porque vivimos en la oscuridad, buscamos y nos agrupamos en derredor de las pocas luces que, heroicamente, aparecen. Nos reunimos, como ahora, ante quien encendió su lámpara y la elevó y mantuvo en alto y al morir nos la deja para que la alimentemos con el mismo fervor suyo y no dejar que nunca se apague.

Los escritores del Perú lamentamos la temprana muerte de Sebastián, el vacío que deja hoy para mañana, para siempre. Pero nos consuela saber que su recuerdo no será un nombre vano que el tiempo difumine y borre porque su recuerdo está encarnado en una obra literaria grande, hermosa y profunda que los años habrán de acrisolar continuamente.

Pocos tan limeños como Sebastián, que conoció tanto la ciudad que trazó su retrato más certero y descarnado en el célebre ensayo “Lima la Horrible”, reconociendo que Lima “hizo a su autor e hizo su aflicción por ella”.

En junio de 1965, a pocos meses de su muerte, improvisó una autobiografía en el tantas veces recordado Primer Encuentro de Narradores Peruanos, en Arequipa. Y contó de su barrio, su familia, amigos y viajes. Leamos algo de su relato.

“Nací en la calle Corazón de Jesús, en el barrio de La Chacarilla, en Lima, al lado de la Iglesia de los Huérfanos, en el corazón de la ciudad. Mi hogar fue un hogar de la clase media, un típico hogar de la clase media, formado por familias que venían de la provincia, viejas familias propie-

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tarias, pauperizadas por la invasión imperialista y, también, por la vida de lujos, de pompa, de señorío aristocrático que habían llevado en seis propias tierras natales. Y también desciendo de emigrantes franceses, posiblemente, si los pruritos tos genealógicos de un primo o no han fra­casado, de una familia judía del ghetto de Praga. Mi padre emigrado del Norte, de Chiclayo, se hizo de una relativa posición social y económica en el comercio, que hizo crisis alrededor de 1933, con una quiebra y con su muerte.

Aquí también habló del colegio San Agustín del que hizo mayores referencias en Lima la Horrible) y del “mundo de las represiones, de las inhibiciones, de las prohibiciones, de los prejuicios (...) Es alrededor del quinto año de primaria, cuando tendría yo 10 ú 11 años, cuando aparece en mí una necesidad de expresión que cumplí escribiendo poesías y novelas ocultamente y que mis profesores no descubrieron jamás”.

Fue precisamente en aquel colegio en que conocí Sebastián (lo llamaremos así de ahora en adelante) hacia el año 1951 –si no recuerdo mal. Los mayores editábamos la revista “Mundo Agustiniano” reunidos en una pequeña habitación con estantes donde reposaba la colección de “Mundos” anteriores.

Un día entró el padre Benito, el director, acompañado de ese joven delgado y elegante y nos dijo que era un ex alumno, poeta y periodista, que había colaborado con la revista hacía años y que quería buscar algo en la colección.

–Aquí publiqué algunos materiales, vengo a ubicarlos --nos contó el visitante luego de saludarnos con cordialidad inesperada. Supimos luego que en “Mundo Agustiniano" también habían publicado su hermano, el filósofo Augusto, y el poeta Alejandro Romualdo Valle.

Nunca me olvidó. Las pocas veces que volvimos a conversar me saludó, afable, diciendo “Ajá, el agustino”. Yo tampoco, por supuesto, porque nos había unido la experiencia de curiosear, en años distintos, por los umbríos y silenciosos claustros agustinos, encontrar la sacristía de la iglesia y ver en un rincón oscuro la aterradora escultura “La Muerte” de Baltasar Gavilán, un esqueleto que levanta el arco y tensa una flecha para el siguiente que llevará al Infierno...

Pero lo vi en muchas ocasiones porque el centro de Lima era pequeño y los periodistas frecuentábamos los mismos lugares, encontrándo‑

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nos con frecuencia. Era fácil encontrarlo en cafés como el Dominó de las Galerías Boza; el Hueco de la Pared, en la calle Jesús María, donde lonchaba el Bar Zela en la Plaza San Martín; el café San Martín un poco más allá donde reinaba el turrón de Doña Pepa, el café Viena, reino de los pintores; y claro, en la legendaria librería de Juan Mejía Baca y la vecina Panadería y Pastelería Los Huérfanos.

También pude verlo en la Plaza San Martín, en febrero de 1956, en un agitado episodio de la política nacional. El presidente Odría había mandado asaltar el diario La Prensa, en el jirón de la Unión, y ordenado apresar a su director Pedro Beltrán y a todos los redactores, acusándolos de subversión. Y los periodistas de La crónica (entonces en la Av. Tacna) llegamos corriendo a tiempo para ver cómo conducían a un apretado grupo de colegas hacia la cárcel. Entre ellos, entonando con energía el Himno Nacional, estaba Sebastián. Todos terminaron en la isla penal El Frontón por una breve temporada.

–“Agustino, pregúntale algo” –me dijo cuando un puñado de periodistas nos sentamos alrededor del actor francés Jean Vilar, que visitaba Lima con su compañía. Era una conferencia de prensa en el Hotel Bolívar y Sebastián, amigo del artista, traducía preguntas y respuestas.

Pocos años después, hacia 1962, lo entrevisté en su casa, cerca del cine Canout , en Miraflores, para una revista institucional que publicaba la Backus y Johnston y pude entonces conversar con el afamado colega por un par de horas; y conocí a su esposa Irma y a su liadísima hija, Ximena.

Sebastián y Augusto Salazar Bondy estuvieron entre los fundadores y animadores del Movimiento Social Progresista, de izquierda independiente no prosoviética, que tuvo presencia importante en el proceso electoral de 1956. Su local quedaba en el jirón Chincha y se reunían allí para planificar acciones y comer.

Efraín Ruiz Caro, también fundador del MSP, contaba que un día alguien tocó la puerta con insistencia a la hora del almuerzo y Luis Felipe Angell, Sofocleto, quien por entonces era miembro del Movimiento, asomó a la ventana para averiguar quién interrumpía:

—¡Qué pasa!

–Por favor, el señor Salazar Bondy…

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El ingenioso Sofocleto no lo pensó dos veces y contesto:

-¿Cuál de ellos? ¿El que piensa o el que escribe?

Sebastián solo tenía 22 años cuando fue llamado por Matilde Pérez Palacio para dictar el curso “Principios de periodismo y Redacción de originales" en el novísimo Instituto de Periodismo de la Universidad Católica, en 1946.

Doña Matilde quería los mejores profesores y le recomendaron a ese joven que era ya un veterano de la crónica y la columna.

Y es que Sebastián, que había concluido el colegio a los 16 años, ingresó a la Universidad de San Marcos, se aburrió del Derecho y buscó trabajo en el periodismo, ingresando por primera vez a La Prensa en 1944. La dirigía Guillermo Hoyos Osores y era la época en que el diario de Baquíjano no daba tumbos, pues todavía no lo haba asumido Pedro Beltrán. A los pocos meses ya era el Jefe de Redacción porque era difícil encontrar en el medio a alguien de la lucidez y capacidad de trabajo de ese joven capaz de redactarse el diario entero.

Pero La Prensa decidió apoyar la candidatura del Mariscal Eloy Ureta, para las elecciones de 1945 y Sebastián, que era partidario de José Luis Bustamente y Rivero, se vio obligado a renunciar.

Para completar el presupuesto asumió cursos de literatura e historia en los colegios Italiano, Guadalupe, Lord Cochrane. Poco después su nombre estará en las revistas El Mundo, Jornada. Será jefe de Redacción de Turismo y después redactor principal del nuevo diario La Nación.

Todavía persistirá en la enseñanza con el curso de literatura de la Escuela Nacional de Bibliotecarios, seguramente llevado por Jorge Basadre, a quien había asistido por una temporada en la etapa de reorganización y construcción de la nueva Biblioteca

Y en medio de esa casi febril actividad laboral –que llamaba la aten­ción por su aspecto aparentemente frágil– frecuentaba los círculos ar­tísticos junto con sus nuevos amigos Sologuren, Eielson, Blanca Varela su esposo Fernando Szyslo, Emilio Adolfo Westphalen, José Bresciani prepara y publica la antología La poesía contemporánea del Perú.

En 1946 su vida de periodista y poeta dio un vuelco porque llegó a Lima la famosa compañía teatral de la gran republicana exiliada Margari­ta Xirgú, que traía nada menos que a Santiago Ontañón, el escenógrafo de García Lorca. En el elenco brillaba la talentosa actriz Inda Ledesma,

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de quien Sebastián se enamoró como un colegial. Y así también reafir­mó su pasión por el teatro escribiendo Amor, gran laberinto que mereció el Premio Nacional de Teatro al año siguiente.

Pero Lima no tenía suficiente espacio para desarrollo de una actriz como la. Ledesma. Y entonces decidieron vivir en Buenos Aires.

Un intelectual de su envergadura no podía pasar desapercibido y muy rápido se vinculó con literatos de su generación, como julio Cortá­zar, y exiliados españoles, escribiendo para el diario La Nación y trabajando de planta para la Editorial Losada. Y de paso, asistiendo a cursos libres de filosofía y letras en la Universidad de Buenos Aires.

Contó alguna vez que cuando llega paso momentos muy difíciles. Urgido de dinero debió vender hojas de afeitar como ambulante; luego logró una plaza de corrector de pruebas y finalmente ingresó al diario citado.

Publicó dos poemarios, fue llamado a escribir a la célebre revista Sur de Victoria Ocampo, pero su aventura bonaerense llegó a su fin; la unión con la actriz no marchaba y decidieron que era mejor poner fin a la relación.

Regresó entonces a Lima poniendo su mayor interés en el teatro; y tanto, que el Ministerio de Educación lo contrató, en 1950, para reorganizar la Sección de Teatro. En años sucesivos estrenará varias obras y obtendrá nuevamente el Premio Nacional de Teatro por su drama Rodil.

Y por supuesto sigue escribiendo de todo lo relativo a la cultura desde la Página Editorial de La Prensa, a la que reingresó en 1952, pese a sus posiciones políticas opuestas a las propugnadas por el nuevo propietario Beltrán, representante de la oligarquía agraria.

Por ejemplo, junto con su hermano Augusto, estará entre los funda­dores en 1955 del Movimiento Social Progresista, ya citado, una nueva apuesta por la izquierda; y pondrá su gran experiencia periodística su pluma, al servicio del periódico del grupo, el semanario Libertad. Se juntó allí lo mejor del liberalismo intelectual de aquellos años y al poco tiempo comenzaron a recibir ataques de todas las otras tiendas políticas. Por ejemplo, Eudocio Ravines los señaló como agentes del comunismo internacional y el Partido Comunista insistió en que eran una creación del imperialismo yanqui y la CIA para dividir y debilitar al movimiento obrero en su marcha triunfante hacia la revolución.

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En 1956 hará un viaje decisivo a París, becado por el gobierno fran­cés para estudios de teatro. Al retornar, recibe en 1958 el Premio Nacional de Periodismo por conjunto de artículos sobre temas culturales.

En total, en las dos etapas que trabajó en La Prensa escribió exactamente 1,505 artículos, la mayoría sobre cultura.

Radicalizado, distante del pensamiento de Beltrán, no podía seguir en La Prensa y renunció pensando quizá dedicarse totalmente a la literatura. Había polemizado con su propio diario varias veces, primero sobre el tema de la planificación estatal y luego sobre las propuestas económicas del Padre Lebret, un reputado economista francés cuyas ideas apoyaba. Enterado de su salida Luis Miró Quesada lo invito inmediatamente a escribir en El Comercio sin condiciones; y allá trasladó su talento creativo y polémico el prolífico Sebastián, en mayo de 1959. Y su primer artículo fue de elogio a la propuesta del Padre Lebret.

Uno de sus amigos más cercanos y también militante del Social Pro­gresismo, el crítico José Miguel Oviedo, recordaría el episodio muchos años después:

Lo vi muchas veces en la vieja redacción de La Prensa, donde lo esperaba mientras él tecleaba furiosamente en una destartalada máquina de escri­bir. Era un hombre de izquierda y su posición dentro del diario, condu­cido con mano férrea por Pedro Beltrán, se iba haciendo crecientemente más difícil. Tuvo que renunciar y pasó luego a colaborar en El Comercio con artículos sobre cultura y política que yo nunca dejaba de leer; como por esos años yo colaboraba en la página literaria del Dominical, nues­tros encuentros allí eran frecuentes.

Hermanados por su amor al teatro había hecho gran amistad con la actriz Lucia Irurita y su esposo, el escultor Carlos Bernasconi, y otros actores que habían fundado la “Compañía de Teatro Irurita”, todos em­peñados en promover una sala teatral en el pequeño auditorio de Radio Mundial en el jirón de la Unión, al lado de La Prensa. Y un día, cafeteando, Bernasconi y Sebastián coincidieron en su admiración por Flo­ra Tristán, ese dramático personaje de la historia peruana. A las pocas semanas, Sebastián los llamó para leerles su nueva obra Flora Tristán, escrita pensando en Lucía para el rol central. Fue estrenada con éxito en el Teatro Mundial en ese 1959.

Su participación en El Comercio eran su columna “El Laberinto y el Hilo” ensayos breves en el Suplemento Dominical, todos sobre cues‑

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tiones culturales porque la política la hacía en “Libertad” donde man­tenía la columna “La Honda de David” con su nombre y hacía crítica política con los seudónimos de “Pepe Chacarilla” y “Pepe Cocharcas”.

La Revolución Cubana había sido adoptada con adhesión incondicional por los progresistas, y a tal punto que Libertad era prácticamente un propagandista oficioso del proceso. En su colección pueden leerse amplios textos dedicados a Fidel Castro, Che Guevara, entrevistas, noticias (incluso una hoy rara extensa crónica del humorista Sofocleto sobre su viaje a La Habana cuando todavía militaba en el partido).

Sebastián, por supuesto, participaba de tal entusiasmo y polemizaba ardorosamente con sus antiguos colegas de La Prensa como Manuel Agui­rre Roca, Enrique Chirinos, Juan Zegarra Russo, Arturo Salazar Larraín.

Al año siguiente tuvo la importante experiencia de visitar Moscú, la capital de la hoy desaparecida Unión Soviética que por entonces era el antagonista principal de los Estados Unidos. Y luego pasó a conocer a China cuyo proceso socialista le causó también gran impresión.

Su intensa actividad periodística y artística no pasaría desapercibida y obtuvo dos premios más, el “Cabotín” de periodismo y el “León de Greiff”, de Venezuela, para poetas latinoamericanos.

En enero de 1962 viaja a Cuba –Junto con el poeta Alejandro Romualdo- convocado a ser jurado del premio de Teatro de Casa de las Américas, y los textos que publica al retornar evidencian con claridad que su opción política es ya el socialismo. El 8 de febrero de ese año -el Movimiento convocó a sus militantes a escuchar la conferencia de Sebastián, que tituló “Cuba, nuestra revolución”. En la noche del día 8 centenares de personas colmaron el viejo local del jirón Chincha para escuchar su texto que leyó como “Carta a un Juan Cualquiera” y que comenzó diciendo:

Hace unas horas que regresé de La Habana. Estuve en Cuba como sabes, cerca de un mes. Buena parte de lo que vi y sentí en esa hermosa isla del Caribe, en donde triunfalmente se cumple la primera revolución socialista de nuestro continente, ocupará las largas páginas de esta carta...
(…)

En el Perú vivimos sitiados por la propaganda imperialista, por las informaciones de fuente norteamericana que publican los grandes diarios, por las imágenes que la televisión nos impone con su fuerza persuasiva, por la ensordecedora vociferación de la radio, por los torvos carteles que nos mete por los ojos la caótica publicidad callejera.

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Volvió entonces Sebastián al periodismo político y cultural en las páginas amigas del Oiga liberal de entonces con el cargo de redactor Principal.

No cesó en su actividad literaria; viajo a Japón invitado a ver el teatro No, pasó a México, publicó Dios en el cafetín, pero sobre todo logró que se publique en México su famoso ensayo Lima la Horrible.

En 1965 estuvo en Génova y siguió escribiendo casi frenéticamente, terminando Ifigenia en el mercado y El rabdomante (que le significará, esta vez de manera póstuma, otro Premio Nacional de Teatro).

Cuando preparaba su poemario El Tacto de la araña y redactaba la no­vela Alférez Arce, Teniente Arce, capitán Arce le sobrevino el grave ataque al hígado que acabó con su vida.

El drama ocurrió el 29 de junio. Francisco Igartua lo describió días después. “Cayó aquí. En la mesa de al lado, en su escritorio, el que fue suyo desde la fundación de Oiga. Cayó sobre esta máquina de escribir al terminar este renglón: “iQué linda sería la vida si tuviera música de fondo!”. Auxiliado por sus compañeros de trabajo alcanzó a calle. Allí le vino el vómito de sangre, luego a su casa, al hospital, la operación desesperada e inútil. Cayó luchando con su arma al lado: la máquina de escribir: Cayó en una trinchera de Oiga, su Última trinchera”.

Volvamos a Vargas Llosa para un elogio final:

...Los homenajes que se le rindieron, la conmoción que su muerte causó, las múltiples manifestaciones de duelo y de pesar, esas coronas, esos discursos, ese compacto cortejo, son el toque de silencio, los cuarenta cañonazos, las honras fúnebres que merecía tan porfiado y sobresalien­te luchador...

¿Cuánto publicó Sebastián, en artículos, libros, antes de su desapari­ción? En teatro se registra Pantomimas 1950), Rodil (1952), El de la valija (1953), No hay isla feliz (1954), Algo que quiere morir (1956), Seis Juguetes (1958), El fabricante de deudas (1964), Ollantay (1965).

En poesía Rótulo de la esfinge (1943), Voz desde la vigilia (1944), Cuaderno de la persona oscura (1946), Máscara del que duerme (1949), Tres con­fesiones (1950), Los ojos del pródigo (1951), confidencia en alta voz y Vida de Ximena (1960), conducta sentimental (1963). Su poemario El Tacto de la Araña fue publicado póstumamente en 1965, pocos meses después de su muerte.

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En narrativa Náufragos y sobrevivientes (cuentos, 1954), Pobre gente de París (1958), El señor gallinazo vuelve a Lima (cuento para niños, 1961), Dios en el cafetín (cuentos, 1964). Su novela inconclusa AIférez Arce, Teniente Arce, capitán Arce fue publicada póstumamente en 1969.

En ensayos Cuba, nuestra revolución (1962), Lima la horrible (1964). Y sobre arte: Arte milenario del Perú. Latinas y textos reunidos por Sebastián Salazar Bondy (1958), Del hueso tallado al arte abstracto (1960) y Cerámica peruana prehispánica (1964).

En la zona de publicaciones en revistas, periódicos y antologías su producción fue copiosa y merece destacarse su Antología general de la poesía peruana que compartió con Alejandro Romualdo Valle, publicada en 1957.

Respecto de sus publicaciones en diarios y revistas, Hirshchorn plantea la hipótesis de que Sebastián quizá hubiera preferido, como lo dijo alguna vez José Carlos Mariátegui, no agotar esfuerzos en la cotidiani­dad de la redacción: “… privilegió el artículo periodístico no porque fuese su vía preferida sino porque tenía que ganarse la vida” aunque puntualiza más adelante que “las columnas de los periódicos le permitieron ejercitarse plenamente en la escritura, hacerse conocer y sobre todo son el mejor medio de análisis que sea asequible a la mayoría, permitiendo también expresar sus ideas sobre la vida, política”. Y añade en una nota al pie: “Un escritor peruano no puede vivir de su pluma”.

Quizá obvia el distinguido biógrafo la cuestión de la vocación temprana que, unida a su precocidad, lo llevaron a las redacciones de los periódicos: “... afirmé la conciencia de que mi vocación [por la literatura. Nota Mía] era una vocación profunda, era un oficio que debía ejercerse como oficio y que me permitió abandonar, con toda la posesión del acto que realizaba como una liberación, abandonar la Facultad de Derecho, a la que me condenaba la rutina”.

En suma, escribir era su vocación y no sólo para la creación, como hemos visto, encontrando en el periodismo el terreno ideal para hacerlo y eligiéndolo como modo de vida. Hay muchos escritores que viven de su holgura y que sin embargo no abandonan el periódico porque éste es una caja de expresión y de resonancia con virtudes que no posee la literatura.

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Usando su nombre o los seudónimos Diego Mexía, Juan Eye, Diego Mirán, Pepe Chacarilla o sencillamente S.S.B., Sebastián publicó mas de dos mil artículos en los periódicos La Prensa, La Nación, El Comercio, Libertad, La Gaceta, Caretas, Oiga, Clímax, Espacio, Moradas, y otros.

Su visión del arte y la importante discusión que planteó sobre la pin­tura abstracta ha sido recogida en un volumen que recopila columnas especializadas sobre tendencias y artistas.

Están todavía pendientes recopilaciones de sus textos sobre perio­dismo, dramaturgia y política, sobre todo en los últimos años en que a apostó con decisión por el socialismo. La Universidad de San Marcos ha publicado sin embargo una antología en el 2003 y ese mismo año la revista Letras en su sección "Rescates" ofreció el texto "Cuba, nuestra revolución" que ya hemos citado antes.

Podría preguntarse y con razón, a qué se debe la vigencia de este peruano notable luego de tantos años de su desaparición. La respues­ta está en aquella palabra justamente, su vigencia. Cuando se lee sus afirmaciones, análisis, ensayos parecería que se trata de composiciones redactadas ayer y publicadas hoy.

Los ejemplos sobran, pero leamos algo de “Lima la horrible”, en que Sebastián auscultó a nuestra capital en 1964:

Hace bastante tiempo que Lima dejó de ser –aunque no decaigan los enemigos de la modernidad, la cual, sin embargo, ha otorgado aun a nostálgicos y pasatistas sus automóviles, sus transistores, sus nylons, etc.– la quieta ciudad regida por el horario de maitines y ángelus, cuyo acatamiento emocionaba al francés Radiguet. Se ha vuelto una urbe donde dos millones de personas se dan de manotazos, en medio de bocinas, radios salvajes, congestiones humanas y otras demencias contemporáneas para pervivir. Dos millones de seres que se desplazan abriéndose paso...

Sebastián escribió poco de sí mismo y sólo lo hizo en circunstancias especiales. Como por ejemplo la indignación que le produjo cuando, al recibir un premio literario, un periodista le dijo “Estás en tu lugar... en la literatura”.

En esa época estaba más en la política y redactó entonces el artículo “La política como deber", del que leeremos una parte:

... Me equivoqué al principio, lo reconozco. Reconozco mis errores por­que esa es una manera de salvarse. Pero siempre estuve con las causas

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que creí nobles: contra la dictadura, contra el sistema capitalista, contra lo que funda el miedo y la disolución (la miseria, la guerra, la indiferen­cia egoísta, etc.). Luché por Bustamante y Rivero, pedí la amnistía de los desterrados y perseguidos (guardo una carta de Manuel Seoane en que me agradece un artículo publicado al respecto durante el gobierno de Odría), reclamé reiteradamente donde pude una mejor organización social y económica. Cuando la dictadura asaltó "La Prensa" en donde yo trabajaba sin haber abandonado en ningún momento el social-progresismo al cual pertenecí desde su fundación (1955), fui a la cárcel enfrentándome con los soplones cara a cara (lo consignó "Caretas") y escribí pidiendo la libertad de Beltrán. En ese artículo, desafiante para el gobierno de época, exprese meridianamente que era, como sigo siendo, izquierdista...

La literatura me ha dado muchas satisfacciones y me las sigue dando. Perú, América Latina, el mundo hambriento, son para mí, sin embargo, motivos que justifican que continúe en la creación y esté, a la vez, en la trinchera política. Mi conciencia está tranquila. Miro con la frente alta y diviso en el horizonte el advenimiento de un mundo socialista humanis­ta de paz, bienestar y progreso.

Referencias bibliográficas

GACETA SANMARQUINA (1965). Homenaje a Sebastián Salazar Bondy. Nº 14, julio de 1965. Lima: Facultad de Letras, UNMSM.
HIRSCHORN, Gerald (2005). Sebastián Salazar Bondy Pasión por /a cultura. Lima: Fondo Editorial de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. IFEA. Embajada de Francia.
REVISTA LETRAS (2003). Órgano de la Facultad de Letras y Ciencias Hu­manas, N° 105-106, Lima.
REVISTA OIGA. Lima Nº 132.9 de julio de 1965.
OVIEDO, José Miguel. “Sebastián, Su vida tras su muerte". En El comer­cio. Suplemento Dominical N° 331. 24 de junio de 2005, Lima.
SALAZAR BONDY, Sebastián (1964). Lima la Horrible. México. Era.
SALAZAR BONDY, Sebastián (1966). "Sebastián Salazar por él mismo". En El Tacto de la Araña. Lima. Francisco Moncloa Editores.
SALAZAR BONDY, Sebastián (1990). Una voz libre en el caos, Ensayo y crítica de arte. Lima: Jaime Campodónico Editor.
SALAZAR BONDY, Sebastián (2003). Escritos políticos y morales (1954-1965). Lima: Fondo Editorial.

Murio Blanca Varela - El Comercio 12/03/2009

Blanca Varela


“A mí el cine siempre me ha encantado. Yo sigo yendo al cine cada vez que puedo y miro las cosas que me parecen importantes, pero cuando era niña, cuando era joven, ya casada, nosotros íbamos en grupo -un grupo de amigos- íbamos a diario al cine y veíamos todo; yo he hecho crítica de cine. A mí me interesaba tanto el cine, primero cuando llegamos a París, cuando fui la primera vez, vivíamos en la Cinemateca, entonces vimos todo lo que se había hecho en la historia del cine, puedo decir que tengo una buena formación. No retenía mucho el nombre de los directores, claro, los importantísimos sí, pero no los retenía para usarlo en forma erudita, sino por cultural general”. BLANCA VARELA

Blanca Varela


“Después, cuando regresé a Lima, después de mucho tiempo, escribí para la revista Oiga cuando era un tabloide; trabajaba con Sebastián Salazar Bondy y con Paco Moncloa. Había una serie de personas que todavía andan por allí, aunque algunos ya han muerto, haciendo periodismo. Yo hacía muchas cosas en Oiga, hasta he hecho editoriales, con eso te cuento todo, pero no era mi función”. BLANCA VARELA

Blanca Varela, crítica de cine - Escrito por Rodrigo Portales - www.cinenecuentro.com



Blanca Varela, crítica de cine

Escrito por Rodrigo Portales






Una de las facetas poco conocidas de la trayectoria de Blanca Varela, gran poeta peruana cuya sentida partida ocurrió este jueves 12, es la que ejerció como periodista y en especial como crítica de cine en las páginas del extinto semanario Oiga, fundado por Francisco Igartúa.



Aquí citamos un testimonio de Blanca sobre lo que significó el cine para ella:



A mí el cine siempre me ha encantado. Yo sigo yendo al cine cada vez que puedo y miro las cosas que me parecen importantes, pero cuando era niña, cuando era joven, ya casada, nosotros íbamos en grupo -un grupo de amigos- íbamos a diario al cine y veíamos todo; yo he hecho crítica de cine. A mí me interesaba tanto el cine, primero cuando llegamos a París, cuando fui la primera vez, vivíamos en la Cinemateca, entonces vimos todo lo que se había hecho en la historia del cine, puedo decir que tengo una buena formación. No retenía mucho el nombre de los directores, claro, los importantísimos sí, pero no los retenía para usarlo en forma erudita, sino por cultural general.



Después, cuando regresé a Lima, después de mucho tiempo, escribí para la revista Oiga cuando era un tabloide; trabajaba con Sebastián Salazar Bondy y con Paco Moncloa. Había una serie de personas que todavía andan por allí, aunque algunos ya han muerto, haciendo periodismo. Yo hacía muchas cosas en Oiga, hasta he hecho editoriales, con eso te cuento todo, pero no era mi función.



Y aquí un dato para los investigadores:



Pero sí hacía crítica de cine y firmaba con un seudónimo de hombre: “Cosme”. Firmaba “Cosme” no se por qué, seguramente porque había vuelto de Italia y me gustaba Cosme de Médicis. “Cosme” a veces me parecía un nombre bien indio, bien cholo, bien peruano y al mismo tiempo un nombre italiano, me encantaba, me gustaba; además porque no era mi asunto el cine pero sí he mirado el cine con mucha atención y me encanta. Bergman siempre me ha gustado, en fin todo el cine nuevo. Me gusta mucho el cine underground americano también.



(Texto extraído de “Esto es lo que me ha tocado vivir” (Entrevista con Blanca Varela) por Rosina Valcárcel. Revista de Cultura La Casa de Cartón. Lima, primavera de 1996-verano de 1997. II Epoca Nº 10. )



A su confeso interés por el ejercicio de la crítica cinematográfica, hay que sumar su breve aparición en Esta pared no es medianera, corto surrealista que dirigió su ex esposo el pintor Fernando de Syszlo con un grupo de amigos en 1952, así como sus apariciones televisivas en 1961 comentando libros y películas.



Extra: Preparando esta nota dimos con un blog que conserva algunos artículos y portadas de la revista Oiga. Aunque no se halló algo suscrito por la poeta o “Cosme”, rescatamos una carátula del año 1965 con el actor Alain Delon alborotando con su presencia a las “niñas bien” de Lima.





Blanca Varela


(…) En la casa que habite quedaron no solo recuerdos sino todos sus libros y por ellos tuve un contacto con la literatura. Cfr. La entrevista de Ana Maria Escallon “reflexiones con Szyszlo” Fernando de Szyszlo, Bogota: Ediciones Alfred Wild, 1991, p. 10 (separata en español; el libro esta destinado a un publico de habla inglesa.

Tiene más de avispero la casa: poéticas de Blanca Varela Escrito por Edgar O'Hara, Edgar O'Hara Gonzales

Blanca Varela

Blanca Varela


BLANCA VARELA. Pero entonces, rodeado de balas de libros, me lle­gó un correo del Instituto Cervantes: invitación para el Día Internacional de la Poesía, que se celebra hoy. Y deserté, y me puse a leer poemas.

Como si se activara una parte fósil de mi cerebro, fui a por los libros de Blanca Varela, fallecida unos días atrás en Lima. La entrevisté para ABC en su casa de Miraflores. Recor­dé lo que me dijo cuando le pregunté qué sentía al ver su poesía recogida en Donde todo termina abre las alas (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lec­tores): “Que no he hecho nada toda­vía, que está todo todavía por hacer. Es la sensación que tengo cuando escribo un nuevo poema: es como si fuera el primero que hiciera. Es verdad, te lo digo de verdad”.

Leo sus poemas, que tienen tras la sombra una extraña risa, y me quedo con éste:

“Felizmente no tengo nada en la cabeza / sino unas pocas ideas equi­vocadas por cierto / y una memoria sin tiempo ni lugar / nada para po­ner / nada para dejar / sino huesos cáscaras vacías / un montoncito de cenizas y / con suerte algo de polvo / innominada nada / en lo que fue mi cabeza”.

ABC (Marid) (Sevilla) - 13/03/2009

ABC (Madrid) - 13/03/2009 - Pag. 53


ABC SEVILLA (Sevilla) - 13/03/2009. Pagina 69 - Muere Blanca Varela




ABC de España
Donde Blanca Varela abre las alas

ABC Blanca Varela JOSÉ MÉNDEZ MADRID 13-3-2009


Blanca Varela fue una limeña que reunía en su carácter todo el coraje y radicalidad que fue posible a las mujeres que, nacidas en el primer tercio del siglo XX (1926), harían posible, además de (en su caso) una de las obras literarias más sólidas del periodo, que la mujer como grupo social lograra los avances económicos, culturales y sentimentales que hoy parecen algo natural, cotidiano y no discutible.

Destacar esta cuestión en el primer párrafo quiere poner de relieve que hablar de una de las mayores poetas de la lengua no supone una diferenciación de género y que, en esa selva del lenguaje que sería una hipotética antología de la poesía en español de la segunda mitad del pasado siglo, su obra ocuparía un primerísimo lugar.

Durante su periodo de formación en la Universidad de San Marcos, en Lima, se relacionó con los que habrían de formar parte de la generación poética del 50 en aquel país, autores de la talla de Jorge Eduardo Eilson, Carlos Germán Belli o Sebastián Salazar Bondy y, particularmente, con Emilio Adolfo Westphalen, al que consideraba su maestro y el admirado amigo que compartía con ella una actitud de extrema exigencia con el lenguaje y, como afirma Adolfo Castañón en el prólogo a su poesía reunida (Donde todo termina abre las alas. Galaxia Gutenberg), «el imperativo ético de la inteligencia».

Su primer libro, Ese puerto existe (1959), que apareció con prólogo de Octavio Paz, fue compuesto durante su estancia en París, ciudad en la que vivió junto al pintor Fernando Szyszlo, se relacionó con artistas como Giacometti o Léger y trabó una prolongada amistad con Simone de Beauvoir. En este primer libro se explicita la poética abrasiva, ascética y recurrente de Varela, descreída de todo discurso contemporizador, de toda fe que vaya más allá de la continua pregunta y que abarcará toda su obra. Luz de día, Valses y otras falsas confesiones, Canto villano, Ejercicios materiales, El libro de barro y El falso teclado componen el resto de su obra. Una obra abierta, como el periodo histórico que le tocó vivir, a la utopía y al desengaño más atroz, una obra que disecciona los sentimientos y las actitudes con la radical vehemencia de no mentir.

Colaboración con Valente
Con España, donde le otorgaron el premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2007, se relacionó de manera literaria más frecuentemente a partir de 1991, año en el que realizó su primera lectura de poemas en la Residencia de Estudiantes en Madrid, un lugar al que, afortunadamente para los jóvenes que acudían a escucharla, regresaría en varias ocasiones. Otra vez, la admiración que sentían por su obra Octavio Paz o Jose Ángel Valente hizo posible que haya sido editada y conocida entre nosotros.

Uno de los últimos trabajos literarios fue precisamente su colaboración en la antología Las ínsulas extrañas, en estrecha colaboración con Valente, una obra que recoge la poesía en español (de América y de España) desde la Generación del 50, hasta lo que, entre nosotros, representan generacionalmente los Novísimos. Una emulación de la mítica Laurel, publicada en México en 1941 y que, como aquella, intenta demostrar que la poesía vive en la lengua y no en los territorios, un principio que Varela compartió al huir en sus poemas de cualquier localismo, incluidos en primer lugar el sentimental y el ideológico.

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Fallece la destacada poetisa peruana Blanca Varela

EFE LIMA 12-3-2009


La célebre poetisa peruana Blanca Varela falleció hoy a los 82 años de edad, dejando tras de sí una memorable obra lírica reconocida universalmente y condecorada con galardones como el premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2007.

El fallecimiento fue confirmado hoy a Efe desde su domicilio, pero las fuentes no proporcionaron más detalles sobre las causas de la muerte de la poetisa.

Varela, nacida en Lima en 1926, también había sido condecorada con el Premio Octavio Paz de Poesía y Ensayo en el 2001 y fue la primera mujer que ganó el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca en 2006, dos de los más importantes de poesía en español. Quienes la conocieron aseguran que "Varela nunca buscó premios ni reconocimientos" y destacan que "la Blanca literaria y la que preparaba un pisto era la misma persona", ya que "como escritora hacía muchas transfiguraciones de sucesos que le ocurrían en su vida cotidiana", según declaraciones del también poeta peruano Edgar O'Hara.

En declaraciones hechas en 2007, O'Hara aseguró que el Premio Reina Sofía 2007 "fue un acto de justicia" ante la trayectoria profesional de esta escritora. Varela se inició en la poesía en la Universidad de San Marcos (Lima), donde ingresó en 1943 para estudiar Letras y Educación, trasladándose unos años más tarde a París.

En esa ciudad conoció a Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Michaux y Alberto Giacometti, y estuvo además en contacto con el círculo de intelectuales latinoamericanos y españoles radicados en Francia, según la agencia Andina.

Después de su larga temporada en París, Varela vivió en Florencia y luego en Washington, ciudades donde se dedicó a hacer traducciones y eventuales trabajos periodísticos.

En 1959 publicó su primer libro "Este puerto existe", en 1963 "Luz de día" y en 1971 "Valses y otras confesiones". Más tarde, en 1978, realizó su primera recopilación fundamental con su escritura "Canto villano". Finalmente apareció su antología de 1949 a 1998 con el título "Como Dios en la nada".

ABC de España (Madrid) (Sevilla)

Blanca Varela obtiene el XVI premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana

Blanca Varela MADRID. 11-5-2007

Apenas pasaban quince minutos de la una de la tarde de ayer cuando un humildísimo gorrioncillo de buen agüero se coló hasta las escaleras de acceso al Salón de Mayordomía del Palacio Real de Madrid. Se cree -en los nidos cercanos nadie pudo confirmar la información- que fue él quien llevaba en el pico la buena, la magnífica nueva: la poeta peruana Blanca Varela acababa de ser galardonada con el XVI premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, dotado con 42.100 euros y convocado a la par por la Universidad de Salamanca y Patrimonio Nacional. El prestigioso galardón premia y reconoce una obra que se constituya en patrimonio y herencia común de España e Hispanoamérica.

La autora de «Ejercicios materiales» y «El libro de barro» -segunda mujer que obtiene el premio, tras la portuguesa Sophia de Mello, que lo consiguió en 2003- no figuraba en las primeras propuestas del jurado, que sí barajó en sus deliberaciones, en un clima bastante suave y distendido, nombres como los de Francisco Brines, el cubano Cintio Vitier, Carlos Edmundo de Ory y el mexicano José Emilio Pacheco. Brines y Pachecho fueron los que a la postre más resistirían el empuje de Blanca Varela.

Antonio Gamoneda, ganador de la edición del año pasado, hizo de maestro de ceremonias y presentó con verbo muy preciso los méritos de la autora que debutara en el planeta de la lírica en 1959, a los treinta y tres años, con el poemario «Ese puerto existe», título sugerido entonces por su gran amigo y mentor Octavio Paz. «No se puede leer a Varela -dijo el último premio Cervantes- queriendo buscar una palabra informativa, magníficamente hermoseada y ornamentada. Lo que encontramos en la poesía de Blanca Varela es un brote existencial que nos llega a través de un lenguaje impredecible. Lo que significa que su lírica es muy distinta a la que predomina y es hegemónica en España en estos momentos, la que usa un lenguaje realista y normalizado, lo que impide que la tradición avance. Su obra está impregnada de pensamiento poético, y no muestra ninguna intención testimonial, ideológica o filosófica».

Al otro lado del océano, allá lejos (donde «es fría la luz de la memoria / así cayeron en la mente / formas y colores / casualidades /azar que anuda sombras /vuelcos en la negra marmita / donde a borbotones /se cuecen gozo y espanto...»), allá lejos, al otro lado del Atlántico, en la capital peruna, Lima, la escritora recibía la emocionada llamada de su hijo Vicente de Szyszlo, que precisamente ayer se encontraba en España, concretamente, en Granada para recoger otro premio para la autora de «Donde todo termina abre las alas». Szyszlo se encargaba de darle la noticia, y luego relataba a la agencia Efe tan dulces y emotivos momentos. «Se siente inmensamente feliz con un premio que no se esperaba, ha sido una auténtica sorpresa para todos nosotros, para toda la familia. Aunque desgraciadamente no puede expresarse (Varela ha sufrido un ictus cerebral recientemente), los que estaban junto a ella en la casa me comentaron que le cambió por completo la cara».

Poesía y poeta que son, como escribió Octavio Paz, «a un tiempo, un cuchillo y una herida», poesía y poeta ayer premiadas por un jurado a cuya cabeza se encontraba el presidente de Patrimonio Nacional, Yago Pico de Coaña, y del que también formaron parte, entre otras personalidades, el rector de la Universidad de Salamanca, José Ramón Alonso Peña; el ya mencionado Antonio Gamoneda, el premio Nobel José Saramago; y el también poeta y subdirector de ABC Santiago Castelo.

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La poetisa peruana Blanca Varela gana el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana

La poetisa peruana Blanca Varela. /ARCHIVO EFE MADRID 10-5-2007


La poetisa peruana Blanca Varela ha obtenido la XVI edición del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, dotado con 42.100 euros, y convocado conjuntamente por Patrimonio Nacional y la Universidad de Salamanca.

Este prestigioso galardón tiene como objetivo reconocer "el conjunto de la obra de un autor vivo que por su valor literario constituye una aportación relevante al patrimonio cultural común iberoamericano y de España".

El jurado del premio ha estado formado por el presidente de Patrimonio Nacional, Yago Pico de Coaña, y el rector de la Universidad de Salamanca, José Ramón Alonso; Antonio Gamoneda, ganador de la pasada edición del galardón; el Premio Nobel José Saramago; la directora de la Biblioteca Nacional, Rosa Regás, y el académico Luis María Anson, entre otras personalidades.

Segunda mujer galardonada
El fallo del premio otorgado a Blanca Varela (Lima, 1926) coincide con la entrega del galardón García Lorca, que la autora peruana logró el pasado mes de octubre, y que será recogido esta tarde en Granada por su hijo, Vicente de Szyszlo, ya que la poeta no ha podido viajar a España por problemas de salud.

Blanca Varela es la segunda mujer que gana este galardón, instituido en 1992 para reconocer la obra de un autor vivo de España y Latinoamérica, después de que la portuguesa Sophia de Mello Breyner lo lograra en 2003.

Este premio ha sido otorgado a otros seis poetas latinoamericanos: el chileno Gonzalo Rojas, en 1992; el brasileño Joao Cabrao de Melo Neto, en 1994; el colombiano Álvaro Mutis, en 1997; el uruguayo Mario Benedetti, en 1999; el chileno Nicanor Parra, en 2001, y el argentino Juan Gelman, en 2005.

Los españoles galardonados han sido Claudio Rodríguez, en 1993; José Hierro, en 1995; Ángel González, en 1996; José Ángel Valente, en 1998; Pere Gimferrer, en 2000; José Antonio Muñoz Rojas, en 2002; José Manuel Caballero Bonald, en 2004, y Antonio Gamoneda, en la pasada edición.

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La Residencia de Estudiantes le da voz a la poeta peruana Blanca Varela

6-12-2006

M. DE LA FUENTE


MADRID. Dentro de su colección de audiolibros «La voz de...», la Residencia de Estudiantes presentó ayer su volumen número diez, dedicado a la poeta peruana Blanca Varela. Como en ocasiones anteriores, el citado volumen recoge por escrito y en formato CD de audio el recital ofrecido por la autora en la propia Residencia el 9 de diciembre de 1997.

Este título viene a continuar la lista de grandes poetas que han pasado en los últimos años por esa ilustre casa y de cuya presencia han quedado grabados estos libros, de aquí a la eternidad. Una nómina impresionante, sin duda: Rafael Alberti, Octavio Paz, Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente, Álvaro Mutis, Olga Orozco, Claudio Rodríguez, Gonzalo Rojas y Antonio Gamoneda.

El audiolibro de la autora limeña fue presentado por los también poetas Luis Muñoz, Esperanza López Parada y el colombiano Darío Jaramillo cuya figura vital y literaria ha ocupado durante el último mes el lugar de vate ilustrado en el ciclo «Poeta en Residencia».

Luis Muñoz resaltó el hecho de que un recital de poesía viene «a ser un ejemplo perfecto de selección, es una autoantología», de manera que los poemas escogidos pueden muy bien consituirse en «una poética subterránea de cada autor». Esperanza López Parada, profesora de literatura hispanoamericana de la Universidad Complutense, hizo un breve pero intenso repaso de la obra de Blanca Varela, de la que destacó que «refleja la sordidez áspera de la existencia, y lo hace trabajando con el rigor quirúrgico de una disección y una austeridad expresiva cercana al laconismo». Tambien recalcó el papel de Octavio Paz como padrino de Varela, y la definió, finalmente, como «una poeta de la gracia y la gravedad».

Por su parte, Darío Jaramillo hizo hincapié en la importancia de una edición de estas características que posibilita escuchar la propia voz del poeta recitándose a sí mismo. «El poema -dijo- debe resistir la prueba de su lectura en voz alta, porque el poema tiene que ser taumatúrgico. Ahora tenemos el privilegio de guardar la voz de los poetas, pero, ¿cómo sería la voz de Lope de Vega, de Garcilaso, de San Juan, leyendo sus propios versos? Bonita pregunta. Quizá la respuesta esté en el viento de nuestros sueños.

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La peruana Blanca Varela gana el III premio de Poesía García Lorca

12-10-2006


ABC GRANADA. La escritora peruana Blanca Varela, de 80 años, fue galardonada ayer con el III premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca, el de mayor dotación económica de los premios de poesía de habla hispana (50.000 euros), al que optaban 35 candidaturas españolas e hispanoamericanas, informa Ep. El alcalde de Granada, José Torres Hurtado, quien dio a conocer el fallo del jurado, indicó que la elección fue por mayoría y destacó «la rigurosidad de la poética de Varela, su conexión con el surrealismo y su pertenencia a la Generación del 50».

El poeta ovetense Ángel González, ganador de la primera edición de este premio, valoró que, aunque Varela no es una desconocida en España, puesto que dos de sus libros se publicaron en este país, la concesión del galardón es una buena ocasión para acercar su voz poética, que consideró «importantísima», a todos los lectores españoles, si bien la escritora goza de «un gran prestigio tanto en Perú como en Hispanoamérica», especialmente tras obtener el premio Octavio Paz de Poesía y Ensayo en 2001.

Varela, primera mujer galardonada con este premio, fue propuesta por el Gobierno de Perú. Pero su condición de mujer, precisó Ángel González, no influyó en el fallo del jurado, que, según dijo, tuvo una «ardua labor» debido a que «prácticamente una quincena de las candidaturas presentadas corresponden a nombres de primerísimo nivel». Por ello, consideró que la elección fue «dolorosa».

La poetisa peruana es una de las voces más relevantes de la poesía iberoamericana contemporánea, que ha fraguado su selecta y meditada obra al margen de corrientes y tendencias, con firmes propósitos y largos periodos de silencio.

Nacida en Lima en 1926 en una familia de escritores y artistas, su obra poética, recogida en el volumen «Donde todo termina abre las alas» (Círculo de Lectores), se compone de media docena de libros, desde «Ese puerto existe» a «Luz del día», «Valses y otras confesiones» o «Canto Villano», entre otras.

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La peruana Blanca Varela se alza con el III Premio de Poesía García Lorca

ABC/GRANADA 12-10-2006


La escritora peruana Blanca Varela, de 80 años de edad, fue galardonada ayer con el III Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca, el de mayor dotación económica de los premios de poesía de habla hispana, con 50. 000 euros, al que optaban 35 candidaturas españolas e hispanoamericanas.

El alcalde de Granada, José Torres Hurtado, dio a conocer el fallo del jurado, que estuvo representado por Angel González, ganador de la primera edición de este premio, que indicó que la elección fue por mayoría, destacó «la rigurosidad de la poética de Varela, su conexión con el surrealismo y su pertenencia a la Generación del 50».El poeta ovetense también valoró que, aunque Varela no es una desconocida en España, puesto que dos de sus libros se publicaron en este país, la concesión del galardón es una buena ocasión para acercar su voz poética, que consideró «importantísima» a todos los lectores españoles, si bien la escritora goza de «un gran prestigio tanto en Perú como en Hispanoamérica», especialmente tras obtener Premio Octavio Paz de Poesía y Ensayo en el año 2001.El secretario del Premio García Lorca y concejal de Cultura en el Ayuntamiento de Granada, Juan García Montero, también abundó en la «reconocida» trayectoria de la autora, que fue propuesta al premio por el Gobierno de Perú, a la vez que expresó su satisfacción por el hecho de que el galardón haya recaído por primera vez en una mujer.

Pero esta cuestión, según precisó Ángel González, no influyó en el fallo del jurado que, según dijo, tuvo una «ardua labor» debido a que «prácticamente una quincena de las candidaturas presentadas corresponden a nombres de primerísimo nivel». Por ello, según consideró, la elección fue «dolorosa». Por último, el alcalde de Granada explicó que, debido a la diferencia horaria, no se pudo contactar, por el momento, con la galardonada, si bien la Embajada de Perú ya conoce la noticia.

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La peruana Blanca Varela gana el III Premio de Poesía García Lorca

GRANADA. Agencias 11-10-2006


La poetisa peruana Blanca Varela se convirtió hoy en la primera mujer que gana el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca, dotado con 50.000 euros, y a cuya tercera edición concurrían 34 candidatos, informó hoy el presidente del jurado, José Torres Hurtado.

Entre los que optaban al galardón figuraban además algunos de los poetas de habla hispana más relevantes del momento como Mario Benedetti, Ernesto Cardenal, José Manuel Caballero Bonald, Diana Bellesi, Francisco Brines y dos granadinos, Rafael Guillén y Antonio Carvajal.

Dotado con 50.000 euros, el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca es el galardón de mayor dotación económica de entre los premios poéticos en lengua castellana.

En rueda de prensa, el alcalde de Granada, presidente del jurado, explicó que "después de una amplia deliberación y sucesivas votaciones, el premio ha recaído en Blanca Varela", un fallo adoptado "por amplia mayoría".
Torres Hurtado, que trasladó la enhorabuena de todo el jurado a la poetisa "y a todo el Perú", explicó que trató de felicitar personalmente a Varela por teléfono, sin éxito, "por la hora intempestiva que es ahora en Perú", donde hay una diferencia de siete horas, a pesar de lo cual sí informó del premio a la Embajada de Perú en España y confió en poder hablar con ella finalmente mañana.

El portavoz del jurado, el poeta asturiano Angel González, confesó que la labor del jurado "ha sido ardua" porque en la relación de candidatos "había nombres tan importantes, al menos quince de ellos de primerísima línea, que elegir uno desdeñando a los demás era verdaderamente doloroso".

Describió a Blanca Varela como "una poeta muy rigurosa, emparentada en cierto modo con el surrealismo, en parte hermética, pero de una gran riqueza expresiva y verbal". Enmarcada, "si se la puede situar en alguna corriente", en la Generación de los 50, González explicó que en su "incesante" labor poética, Varela ha publicado muchos libros y "tiene un gran prestigio en su país y en Latinoamérica", aunque "en España, si bien no es desconocida, su obra no ha tenido tanta repercusión".

Precisamente, para el poeta asturiano, junto al "mérito intrínseco" de su obra, este galardón tiene también el valor de "poder descubrir" a Blanca Varela en España, donde tiene publicados tan sólo dos libros: la antología "Como Dios en la nada" y "Donde todo termina, abre las alas".

Preguntado por los medios de comunicación, González dijo que "en absoluto" ha pesado en la elección de Varela el hecho de que, en las dos pasadas ediciones del premio, éste haya recaído en dos hombres.

Ganadora del Premio Octavio Paz de Poesía y Ensayo en el 2001, Blanca Varela (Lima, 1926) se inició en la poesía en la Universidad de San Marcos, donde ingresó en 1943 para estudiar Letras y Educación.

A partir de 1947 empezó a colaborar en la revista "Las Moradas" que dirigía Westphalen; En 1949 llegó a París, donde entraría en contacto con la vida artística y literaria del momento de la mano de Octavio Paz, una figura determinante en su carrera literaria, que la conectaría con el círculo de intelectuales latinoamericanos y españoles radicados en Francia.

De esta etapa data su amistad con Sartre, Simone de Beauvoir, Michaux, Giacometti, Léger, Tamayo y Martínez Rivas, entre otros. Después de su larga temporada en París, Varela vivió en Florencia y luego en Washington, ciudades donde se dedicó a hacer traducciones y eventuales trabajos periodísticos.

En 1959 publicó su primer libro "Este puerto existe", en 1963 "Luz de día" y en 1971 "Valses y otras confesiones"; Más tarde, en 1978, realizó su primera recopilación fundamental con su escritura "Canto villano". Finalmente apareció su antología de 1949 a 1998 con el título "Como Dios en la nada".

El jurado, presidido por el alcalde, José Torres Hurtado, lo componían el poeta asturiano Angel González -ganador de la pasada edición-, un representante de la Casa de América y otro de la Residencia de Estudiantes; Laura García Lorca, sobrina del poeta y directora de la Huerta de San Vicente; el presidente de la Fundación Generación del 27, el de la Academia de Bellas Letras de Granada y el catedrático de Literatura de la Universidad de Granada Alvaro Salvador.

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Carta a la vidente

Por José Méndez 11-5-2007


Blanca Varela de niña se hacía demasiadas preguntas y, lo que es más inquietante, se «inventaba» respuestas nada tranquilizadoras. De aquella infancia escrutadora del entorno y de los otros, de aquella casa de artistas muy populares, de aquella mirada que aprendió a ver sin los tapujos de la falsa inocencia, surgió -son palabras de José Ángel Valente- «la poeta, en español, más importante del siglo XX». El juicio, teniendo en cuenta la procedencia americana de esa voz poética y la existencia de un grupo de mujeres poetas de primerísimo orden en aquel continente, aumenta su valor y su riesgo. Aunque nada mejor que la poesía de Blanca Varela para destruir la improbable, y en cualquier caso estéril, frontera sexual en la poesía.

Blanca Varela nunca ha sabido de su importancia literaria. Su rango y dignidad artística no se confrontan con «el mundo de la literatura», sino con la vida. «Escribo para saber, para explicarme las cosas, los sentimientos, el miedo». Y es así que su palabra crea las imágenes como un bisturí abre una herida, o un ácido reduce la mugre a la inexistencia. Formada junto a poetas como Bondy, Eielson, Bendezú o Sologuren, y mujer del pintor Fernando Szyszlo, su aristocracia reside en la distancia, en la necesidad de soledad e independencia. Su estancia en París desde 1949, recién casada, le depararía entre otras importantes experiencias -todas ellas radicales, como marcaba la fe ideológica de la época- el contacto con Octavio Paz, y a través de él la publicación de su primer poemario, «Ese puerto existe», editado ya cuando residía en Washington. En el prólogo de aquel primer libro escribió Paz: «Con el instinto del verdadero poeta sabe callarse a tiempo. Su poesía no explica ni razona. Tampoco es una confidencia. Es un signo, un conjuro frente, contra y hacia el mundo, una piedra negra tatuada por el fuego y la sal, el tiempo y la soledad».

Cuando Blanca Varela llegó a Madrid en 1998 invitada por la Residencia de Estudiantes -una mujer menuda, de ojos vivos, pulquérrima- estaba mucho más pendiente de su hermana Nely o de sus amigos que de cualquier otra cuestión, fuera editorial o de relaciones públicas. Para saber de su mundo literario había que atreverse a traspasar su privacidad: hallarla -y ser admitido- en sus momentos de soledad, que tenían lugar de modo impredecible, en la mitad de un cóctel, por ejemplo. Y era entonces cuando te decía: «¿No crees que detrás de esas cortinas hay un montón de niños que se ríen de nosotros?» Después, leyendo su obra supe que detrás de las cortinas no había un montón de niños riéndose de los que tomábamos copas y componíamos gestos, sino que allí permanecía desde muchos años atrás una niña que se hacía preguntas inquietantes y peligrosas. Sobre nosotros y, mucho más a menudo, sobre ella misma.

Es una celebración que el premio Reina Sofía acoja entre sus galardonados el nombre de Blanca Varela, la obra irradiante de Blanca Varela. Una obra que el lector podrá hallar bellamente editada en «Donde todo termina abre las alas», título de su poesía reunida editado por Galaxia Gutenberg. Es una celebración y, seguramente, Emilio Adolfo Westphalen, allá donde se encuentre, con parsimonia y una sonrisa, se está preparando un whisky-sour. Salud.

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La verdad no abriga

POR JOSÉ MÉNDEZ MADRID.

AFP Blanca Varela 15-11-2007


MADRID. Nos queda la posibilidad, quizás prudente, de realizar un paseo por la ciudad poética de Blanca Varela y tratar de anotar las sensaciones, los gustos y disgustos del paseo. Ciudad que tuvo hasta la finalización de sus últimos barrios Concierto animal y El falso teclado el áspero nombre de Canto villano, trazo nominal que prometía esfuerzo, quizás sequedad y sin duda desarraigo al posible visitante. Hoy se nombra Donde todo termina abre las alas. Poesía reunida (1949-2000).

Al acercarnos nos recibe la gran plaza circular, Puerto Supe, el coso de agua en el que la poeta se contempla por primera vez a sí misma en un lecho ardiente donde lloro a solas. Antes de la imagen sencilla y sentimental que cierra el poema, Blanca Varela ha puesto cimientos, paredes y columnas, sobre las que dicha imagen no pueda mentir:

Allí destruyo con brillantes
[piedras
la casa de mis padres,
allí destruyo la jaula de las
[aves pequeñas,
destapo las botellas y un hu-
[mo negro escapa
y tiñe tiernamente el aire y
[sus jardines.
Junto a la gran morada sin
[ventanas,
junto a las vacas ciegas,
junto al turbio licor y al pá-
[jaro carnívoro.

Plaza, coso, ensenada, puerto. Un desolado lugar frente al Pacífico en cuyo centro una muchacha llora a solas. Si permanecemos en el poema, en la plaza, un tiempo, comenzaremos a notar la naturaleza pictórica del entorno. De Hopper al Bosco pasando por Chagall, una cadena de colores y pinceles acude a nosotros: Junto al turbio licor y al pájaro carnívoro (Chagall); destapo las botellas y un humo negro escapa /y tiñe tiernamente el aire y sus jardines (Chagall). Un lecho ardiente en donde lloro a solas (Hopper); o habito el interior de un fruto muerto (Bosco).

Aleatorias adjudicaciones, lo admito, pero cargadas de sentido, igual que para el viajero se cargan de sentido los crepúsculos de las distintas ciudades por las que pasa. Milagro de ubicuidad sólo permitido al arte. Esta muchacha llorando a solas, es la imagen que está en el origen de la poesía de Blanca Varela de la misma manera que un desierto y su soledad sin nombre fundamentan la poesía de Valente.

Para huir desde el principio de los símbolos preconcebidos, para no repetir las mentiras acuñadas por el tiempo, Blanca Varela subvierte la identidad de su yo poético: la muchacha se transforma, ni en hombre ni en mujer, sólo en sujeto de la vida, quizás para que en esa casa recién construida por ella, su casa, dejen de resonar los ecos de la casa familiar repleta de voces femeninas en el sentido real y cultural del término.

Sea este o no el motivo del cambio (ya anotado por Octavio Paz en el prólogo a Ese puerto existe), con él se produce en Varela un fenómeno común en las vanguardias que la precedieron. Sin embargo en ella, la subversión del sujeto poético no obedece a ningún género de delirio mesiánico, más bien al contrario, la distorsión de la voz femenina en textos sólo concebibles desde una experiencia de mujer, parece perseguir la extrema fiabilidad en la construcción y transmisión del poema.

El origen de las cosas nunca es único. En conversaciones que por fortuna he podido mantener con la autora, me comentó que siendo muy niña le ocurría recurrentemente el fenómeno de apreciar, de ver, el lado no oficial de las cosas: de un animal su sufrimiento o su ferocidad, de una relación entre personas el sometimiento o la envidia. Este talento infantil para «ver» lo que no debía ser visto, la acercó al mismo tiempo a la imposibilidad o la inconveniencia de expresarlo, y nos procura una pista sobre el posible origen de su yo poético. De aquella visión procede su implacable posición crítica, la contención tantas veces subrayada de su lenguaje y la mezcla de piélago y manglar sobre la que construye su ciudad. Si usted, aleatorio lector, desea proseguir el paseo por la ciudad poética construida por Blanca Varela (nada más aconsejable), no olvide que la verdad no abriga.